viernes 29 de marzo de 2024

Promociones al plato: comer y latir al ritmo del Bajo neuquino

Promociones al plato: comer y latir al ritmo del Bajo neuquino
miércoles 10 de junio de 2015

El frío hace sus primeros guiños y Neuquén amanece con pereza. Los caños de escape humean y Pancho Casado sale desde temprano de los parlantes de la radio. Los canillitas, ya elongados, corren de ventanilla en ventanilla. La multitrocha entra autos a gárgaras y el sol apenas se levanta por encima del Parque Central. De repente... pum!

 



 

Miles de neuquinos se mueven -apurados- para llegar primeros a las filas o para marcar antes que el jefe los vea. En la radio avisan de un choque "por alcance" -un vehículo frena de golpe y atrás dos o tres juntan capot con baúl-capot con baúl-capot con baúl- y todo sigue. Casi nadie se detiene. Todos escapan para llegar. Es una postal porteña, con bardas y ríos.

A esa hora Luis, Hugo, Juan Carlos, Marcelo, Gonzalo y otros tantos ya tienen el delantal puesto. Los granos de café ya están molidos, las hornallas del tostador a temperatura y las medialunas calentitas. Las puertas se abren y los bares y restaurantes del Bajo neuquino arrancarán un día que no va a terminar antes de las 23.



Aquella tranquera que dividió en Alto y Bajo a Neuquén hoy sigue marcando diferencias. En todo el Bajo hay 521 comercios concentrados, en su mayoría, en apenas 16 manzanas. En tanto el Alto, que incluye todo el resto de la ciudad, son 842 los habilitados.

Todos los que trabajan en el Bajo dicen que sus clientes no irían al Alto. Por eso aseguran que de tener la posibilidad de volver a elegir, no dudarían ni un minuto en volver a desembarcar en esa zona, inicialmente pegada a la ruta y a las vías, que mezcla las compras, buenos precios y conectividad con toda la ciudad y las localidades vecinas.

Luis es el dueño de Nikolas. Hace 40 años que está Neuquén y la mayoría de ellos los dedicó "al rubro". Primero estuvo sobre la calle Mitre con "café y sándwiches". Después se movió por otros lugares antes de desembarcar en La Pampa casi Alcorta, donde está con sus hijos y rodeados de decenas de fotos con deportistas y clientes de todas las épocas.

"A mi me gusta el Bajo, tengo mi clientela que me sigue y que elige comer acá", dice en un breve corte que hizo para atender a Neuquén Al Instante. "Acá la gentes es muy sencilla, pero cuando sale a comer gasta. Cuando tiene gasta, cuando no tiene no viene", explica.

Marcelo vino desde Bahía Blanca. Recuerda que cuando bajó del colectivo, en la antigua terminal en medio del Bajo, no pudo sacarse la idea nunca más.

Junto a su pareja administran dos locales de El Buen Pan. Conoce al detalle los horarios y las costumbres de la zona: "a las seis arrancan los desayunos, antes de la apertura de los comercios se intensifica el ingreso, y se mantiene como hasta las 10. Después se almuerza, generalmente algo rápido, y todos siguen trabajando".

 



 

A la noche no queda nadie. Marcelo cuenta que en verano los horarios se extienden un poco más, pero que entrada la noche circula muy poca gente por la zona, por lo que son pocos los locales que siguen abiertos. Las olas del día podrían ponerse así: desayuno (6 a 10), almuerzo (12-15), tarde (16-18) y tardecita (19-21).



Otro que busca cerrar temprano es Hugo de Clásico Bar. "Yo vengo de Cipolletti, vivo allá -aclara-, y tengo que venir temprano porque siempre hay mucho tráfico y si no hay cortes o pasa algo. Entonces no nos podemos quedar hasta muy tarde. Igual, acá, después de las 22 no queda nadie". Sin embargo reconoce que no niegan la entrada a nadie: "si estás cerrando y llega gente, bueno te tenés que quedar. Esto es así".

Hace 11 años que se dedica al bar -antes tenía máquinas de video juegos- y dice que un poco está cansado. "Son muchas horas". El bar lo atiende con su hermano. Y ambos se mueven como peces en el agua en el Bajo.

"Como todo esto tiene días que anda bien y días que anda mal. Son dos quincenas y dos quincenas. Después que cobran, esas dos semanas se mueven y las últimas dos ya baja mucho la actividad. Vos ves que vienen los muchachos, los laburantes, que terminan el turno y pasan y son tres y se piden una cerveza cada uno, pero cuando pasa la primera quincena vienen los tres mismos muchachos y se piden una cerveza para compartir. Cuando hay, hay, y cuando no, no hay".

Juan Carlos conoce el Bajo como pocos porque hace 15 años vende pochoclos y garapiñadas en la calle Sarmiento. Tiene una esquina y conoce a todos los comerciantes del lugar. Está un poco resignado con "los políticos y los sindicalistas", dice que no les interesan las personas. Él fue obrero de la construcción y lo dejó: "nunca le pedí nada a nadie".

Con sus tiempos, sabe del pulso del Bajo. Hace horario cortado. "A la mañana tenés los bancos, las tarjetas, los trámites y a la tarde hay más movimiento de comercios". No está impresionado: "hace 15 años que está todo igual". Al igual que Hugo sabe que su fuerte va a estar la primera quincena del mes y después, habrá que apretar los dientes.





El menú del Bajo se caracteriza por las minutas y por los buenos precios. El movimiento en esa zona impone la necesidad de respetar el contrato del lugar: buenos platos, contundentes, baratos y rápidos.

Gonzalo es un joven neuquino encargado en El Rey del Sándwich. Se toma 15 minutos para hablar con este medio, mientras cobra y saca dos cortados: "lo que más salen son los tostados y los sándwiches de milanesa o hamburguesa". Generalmente los clientes entran solos o en parejas, es difícil encontrar familias completas.

El gasto promedio, para comer algo y tomar una bebida sin alcohol, ronda en los 100 pesos. Se pueden conseguir mejores precios dependiendo de lo que uno busque. Pero una familia, comiendo una pizza con bebidas, puede levantarse de la mesa dejando 200 pesos. O si es el caso de un operario hambriento que busca una buena napolitana al plata -con bebida- se puede gastar 150.

De todos los platos que se sirven en el Bajo, el plato insignia es la milanesa, con papas frita y huevo. Todo eso al plato. Se consigue desde 70 pesos o menos y de cada cuatro pedidos, tres deben ser milanesa, con papas fritas y huevos.



Como en la mirada de un parroquiano más, de esos que se hacen un tiempito para disfrutar una fresca, el día se va agotando. El ruido de los platos, los cubiertos, la cocina en marcha. La cadencia baja, pero los mozos siguen volando. Van y vienen, salen a la vereda e invitan. Conocen a todos. Charlan, se hacen chistes. Las oficinas cierran y el Parque Central le sede protagonismo a los colectivos que, confundidos, se enredan y buscan terminar el día.

Cerrame la cuatro!

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