jueves 28 de marzo de 2024

CINE

Donde viven nuestros monstruos

En 1963 fue publicado un cuento de 300 palabras que convertiría a su autor en un personaje relevante de la literatura infantil. En 2009 fue adaptado -y ampliado y reconvertido- al cine por el director Spike Jonze.

Donde viven nuestros monstruos
miércoles 22 de febrero de 2017

“Firmar libros es horrible, estúpido, no significa nada. Y a mí ni siquiera me sirve para seducir a las madres bonitas de los niños lectores, porque soy gay”. La frase pertenece a Maurice Sendak, autor de libros infantiles, una etiqueta de la intentaba escabullirse porque “yo no escribo para chicos. Yo escribo. Y alguien más dice: Esto es para chicos”.

En 1963 Sendak publicó Donde viven los monstruos y generó cierto revuelo entre algunos padres y libreros que consideraron que sus dibujos atemorizarían a los niños. El cuento constaba de sólo 300 palabras y el prestigio que fue ganando lo llevó a ser comparado con El mago de Oz y Alicia en el País de las Maravillas.

En Where the wild things are Max es castigado y enviado sin cena a su habitación. Allí, esa misma noche, un bosque comienza a crecer y un mar se ve desde su ventana. Toma un bote y viaja hasta la isla donde habitan unos monstruos cuyas vidas están regidas por conductas caprichosas. A poco de llegar Max es declarado rey, y es feliz, hasta que comienza a extrañar y decide volver. 

Sendak dijo que nunca le mintió a los niños porque “creo que es antinatural pensar que existe una infancia de cielo azul y nubes felices”, y que los adultos que cuestionan su obra

“son personas que tienden a sentimentalizar la infancia, a ser sobreprotectores y a pensar que los libros para niños han de amoldar y conformar la mente a los modelos aceptados de comportamiento, logrando niños sanos, virtuosos, sabios y felices. Algunos niños me me han enviado dibujos de sus propios monstruos, que hacen de los míos ositos de peluche".

Quizá por eso eligió a Spike Jonze para trasladar ese cuento a la pantalla grande. Todos se preguntaron qué haría el director de las peculiares Quieres ser John Malcovich? y Ladrón de orquídeas con un obra destinada a chicos.

Alguna vez le preguntaron a Sendak por la función de la ilustración en un libro, y él, que hizo sus propios dibujos -Donde viven los monstruos se iba a llamar Donde viven los caballos pero no pudo dibujar caballos-, contestó que pueden ser una mera decoración o una expansión del texto: “Es la versión del texto hecha por el ilustrador, es su propia interpretación. Es la razón por la cual uno es socio activo en el libro y no un mero eco del autor”.

Un punto de vista que bien podría valer para las adaptaciones de obras literarias al cine. Es exactamente lo que celebramos de Alfonso Cuarón y sus Niños del hombre, su decisión de faltarle el respeto a la novela de PD James y poner su subjetividad al servicio no del traslado de un soporte a otro, sino de la creación de una nueva obra. 

Hace unos meses Ewan Macgregor debutó como director. Su primer opus fue la adaptación de la novela de Philip Roth ganadora del Pulitzer en el 98: Pastoral Americana. La complejidad de la novela hubiera acobardado al director más audaz, porque a pesar de que el núcleo de su argumento es la destrucción del sueño americano y la relación del personaje central con su hija activista política radical en los 60s, las subtramas y el cúmulo de información son tan vastos que las decisiones más importantes de Macgregor fueron los recortes, es decir, qué dejar y qué eliminar.

                     

Jonze, por su lado, hizo una película de casi dos horas de un cuento de 300 palabras. No había mucho para recortar. Entonces reconvirtió y amplió el cuento, respetando el espíritu del que lo había dotado Sendak. La trama es la misma. Max es un niño inquieto que vive enfurruñado y tiene problemas con el manejo de su ira. Algunos elementos que agrega el director ayudan a comprender mejor que pasa por la cabeza del pequeño protagonista: para empezar, una hermana adolescente que prefiere pasar tiempo con sus amigos que escucharlo y una madre soltera que intenta rehacer su vida.

Cuando llega a la isla de los monstruos, aquellos seres que en el cuento no emitían más sonido que “horribles crujidos”, por decisión de Jonze, hablan y dejan frases como “la felicidad no es siempre lo mejor para ser feliz”. Cada uno de ellos parece representar una de esas inquietudes, temores y problemas que atraviesan la corta vida de Max.

Otra decisión que tomó el director -y que nos lleva otra vez a Cuarón y su Hijos del hombre- fue la de rechazar el uso de tecnología para las criaturas de Sendak: son actores disfrazados y sólo sus gestos están digitalizados. Esta decisión provoca, en primer lugar, sorpresa e incomodidad, porque no hay un espectador preparado para ver un peluche gigante y seguir como si nada, pero con el correr de los minutos es claro que fue una de las mejores decisiones que pudo haber tomado. Casualmente, Donde viven los monstruos se estrenó el mismo día que Avatar, hecha en un 90 por ciento con computadoras.

Jonze y Sendak, que murió en 2012 a los 83 años, también filmaron un documental en el que el escritor habla de su vida y sobre el significado de escribir para chicos. Cuéntales lo que quieras deber ser, después de la lectura de su obra, la mejor forma de conocerlo: “Nunca me propuse hacer felices a los niños. O mejorarles la vida, o hacérsela más fácil. No me gustan mucho, así como no me gustan mucho los adultos. Bueno, para ser sincero debería decir que me gustan un poco más los chicos que los adultos, porque los adultos no me gustan para nada”.

Neuquén Al Instante

 

 

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