jueves 25 de abril de 2024

CINE

Sobre Capotes, Hitchcocks y Jones

Existe una estirpe de actores de caras reconocibles cuyos nombres son un enigma: uno de ellos es Toby Jones.

Sobre Capotes, Hitchcocks y Jones
domingo 02 de abril de 2017

 

“De la nada misma, vos creaste algo”, le dijo el director Roger Michell a Toby Jones después de filmar una pequeñísima escena en Un lugar llamado Notting Hill, que consistió en perseguir durante algunos segundos a Julia Roberts en la piel de un fan obsesionado. Era el paso que necesitaba dar el actor británico para tomar impulso y saltar sobre el Atlántico hasta llegar a Hollywood. Pocos meses después de esa felicitación que sonó tan sincera, recibió una carta del estudio en la cual le notificaban que su participación había sido cortada durante la edición final.

De esa experiencia, que hubiera sido un golpe fulminante para cualquier actor de más de 30 años que ve como se difumina una oportunidad única, Jones escribió una obra de teatro. Él mismo la representó, y allí, sobre tablas, proyectaba aquella pequeña secuencia que nadie nunca había visto.

El reconocimiento tardó algunos años, y llegó en forma de oferta para personificar a Truman Capote. Jones iba a estar al frente de un elenco que incluía a Daniel Craig, Sandra Bullock, Sigourney Weaver e Isabella Rosellini. Mucho más de lo que alguna vez había soñado. Pero la sonrisa de la fortuna volvió a esquivarlo. Durante la filmación, Craig contó a sus compañeros que había audicionado para otro proyecto sobre la vida del autor de A Sangre Fría con un guión muy similar. Esa otra película, encima, se estrenó antes, y Philip Seymour Hoffman ganó un Óscar por su interpretación del periodista.

Los productores de Infamous -tal el nombre de la cinta que encabezaba Jones- decidieron posponer el estreno un año -dos historias sobre el mismo personaje y con guiones similares, filmadas simultáneamente y estrenadas con algunas semanas de diferencia, resultarían redundantes. Sabían, sin embargo, que su trabajo era consagratorio, pero nadie lo había visto, y tuvieron la decencia de enviar adelantos a algunos productores que no dudaron en contratarlo.

Cuando finalmente se estrenó, muchos sostuvieron que el Capote de Jones -que sumaba en el haber un parecido físico notable- era superior al de Seymour Hoffman. Pero, claro, a esa altura era poco original.

 

Un par de años después, ya consagrado y -probablemente por un aspecto distante al modelo de estrella del mainstream- destinado a papeles secundarios, le tocó ser Alfred Hitchcock en The Girl, que retrataba la obsesión del director de Psycho con Tippi Hedren, la rubia protagonista de Los Pájaros. Otra vez sería eclipsado, en este caso Anthony Hopkins, que interpretó al maestro del suspense -otra vez prácticamente en simultáneo- en Hitchcock acompañado por la gran Helen Mirren y se llevó todas las miradas. Nuevamente muchas voces pusieron el Hitchcock de Jones muy por encima del de Hopkins, pero ¿alguien escuchó hablar alguna vez de The Girl?

La película sobre Hitchcock es, por supuesto, sobre cine, y si hay un trabajo de Jones desbordante de metacine es Berberian Sound Studio. Dirigida por su compatriota Peter Strickland, está ambientada en los tiempos gloriosos del giallo italiano, es decir la década del 70,  y relata la transformación psicológica de Gilderoyl (Jones), un sonidista inglés convocado por un director italiano para su nueva obra. 

 

 

Gilderoy llega a Italia convencido de que su trabajo será crear los sonidos de una cinta ecuestre -el título es The ecuestrian vortex- pero resulta ser una retahíla de torturas y crímenes sangrientos, y lo que el retraído sonidista deberá hacer es crear efectos de cuchillos penetrando cuerpos, cráneos aplastados y carne desgarrándose, mientras interactúa con la galería de personajes más bizarros que el espectador se pueda figurar.

Charly García dijo hace un tiempo que desconfiaba de quienes no disfrutaban de la música de los Beatles; lo mismo cabría afirmar de aquellos que pueden oir los estentóreos gritos de las actrices de The ecuestrian vortex, interpretando a jóvenes acusadas de brujería mientras son torturadas, sin que se les ponga la piel de gallina.

 

Eso es el giallo -termino acuñado de una vieja colección de libritos amarillos; giallo es amarillo en italiano-: la sangre, lo mórbido, lo explícito, es el antepasado directo del slasher norteamericano de los 80s (aquellas Viernes 13, Pesadilla en la calle Elm, Halloween, y tantas otras) y éste a su vez, responsable directo de la desaparición del pirmero.

Todos esos condimentos harán que Gilderoy vaya perdiendo la razón hasta el punto de no poder diferenciar ficción de realidad. 

Berberian Sound Studio es una de esas joyitas desconocidas para casi todo el mundo. Una de esas películas que escapan al molde en el que se cocina el 90 por ciento de lo que vemos. En esto, la mano de Strickland es fundamental. Dos años después de BSS filmó El duque de Burgundy, la historia de una pareja de mujeres que recrean escenas de sumisión que, vamos descubriendo, sólo una de ellas  disfruta.

Es raro ver historias como estas, que no respetan los patrones cuyas bondades nos persuadieron a comprar con cantinelas reiterativas. Pero es desafiante tomarse el tiempo que lleva reacondicionar nuestras toscas estructuras mentales y aceptar que ahí afuera hay algo más que el conspicuo Hollywood.

Neuquén Al Instante 

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