viernes 26 de abril de 2024

Mensaje pascual de los obispos de la Patagonia

miércoles 04 de abril de 2012

Los obispos pidieron que se apueste al diálogo en el tradicional mensaje que todos los años emiten ante las Pascuas. "Llevemos a todos la esperanza y convicción de que es posible y necesario trabajar juntos, con un espíritu fraterno, en un diálogo respetuoso y fecundo", señalan para este 2012.

El documento fue firmado por Virginio D. Bressanelli, scj (Obispo de Neuquén); Marcelo A. Cuenca (Obispo de Alto Valle del Río Negro); Miguel Ángel D’Annibale (Obispo Auxiliar de Río Gallegos); Joaquín Gimeno Lahoz (Obispo de Comodoro Rivadavia); Esteban M. Laxague, sdb (Obispo de Viedma); Fernando C. Maletti (Obispo de San Carlos de Bariloche); Juan Carlos Romanín (Obispo de Río Gallegos); José Slaby, C.Ss.R. (Obispo de la Prelatura de Esquel); Miguel E. Hesayne (Obispo emérito de Viedma); Marcelo A. Melani, sdb (Obispo emérito de Neuquén); Néstor H. Navarro y José Pedro Pozzi, sdb (Obispos eméritos de Alto Valle del R. N.).

A continuación el mensaje completo:

Muy queridos hermanos y hermanas:
Queremos saludar y bendecir a todos los que habitan en esta bendita tierra de la Patagonia. Y lo hacemos en esta Pascua 2012 en la que les reiteramos el anuncio de Vida: “Jesús es el Hijo de Dios, la Palabra hecha carne, verdadero Dios y verdadero hombre, prueba del Amor de Dios a los hombres. Su vida es una entrega radical de sí mismo a favor de todas las personas, consumada definitivamente en su muerte y en su Resurrección” (D.A. 102). Deseamos para todos la felicidad auténtica en Jesús Resucitado.

La alegría de la Pascua nos lleva a la comunicación y diálogo contagiando la Fe en el respeto de cada Cultura y a irradiar la dicha de ser testigos, “les he transmitido la enseñanza que yo mismo recibí” (1 Cor. 15,3).

1.- Los relatos bíblicos de la Resurrección del Señor, en especial en los capítulos 20 y 21 del evangelio de San Juan, tienen su fundamento en los encuentros que Jesús tuvo a lo largo de su vida con diversos personajes: Nicodemo, la Samaritana, el ciego de nacimiento, la mujer pecadora, y que ahora, Resucitado, tiene con María Magdalena a la entrada del sepulcro, con Pedro en la costa del lago.
Los diálogos de Jesús con sus interlocutores se producen en una atmósfera de encuentro, respeto y búsqueda de la verdad, que desembocan en la experiencia de Fe.
La iniciativa es del Señor que se preocupa por la vida del otro. Preguntas como “¿Mujer, por qué lloras?” (Juan 20,15) que Jesús Resucitado dirige a María Magdalena, nos indican la mirada comprensiva y constante de Dios en toda la historia de la Salvación, ¡nuestra historia!
Este acercamiento a la vida del otro, es el inicio de un diálogo que producirá encuentro, alegría, apertura y sentido esperanzador de la vida.
Cuando Dios dialoga con nosotros (y lo hace en forma constante) renueva y hace crecer la esperanza, porque Él es la “fuente de Vida”.
Lo dice con claridad el Papa Benedicto XVI en la Carta en la que nos convoca al año de la Fe: “La Fe crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo” (Nº7). Efectivamente, un verdadero diálogo siempre nos abre al otro, por eso también nos abre a la Fe.

2.- Desde el diálogo de la resurrección podemos comprender la necesidad de diálogo en nuestra sociedad.
En los distintos niveles de la sociedad argentina y de nuestras provincias patagónicas observamos una preocupante actitud de falta de diálogo. Se advierte en lo familiar, en lo eclesial, en lo laboral, en lo educativo, en lo deportivo, en lo político. Esto nos lleva a lamentables desencuentros, enfrentamientos y divisiones. Por eso debemos preguntarnos sinceramente si hemos comprendido la importancia del diálogo y si queremos dialogar.
Para dialogar hace falta reconocer al otro, su dignidad, su valor y su aporte original. Nadie es dueño absoluto de la verdad y para construir una vida más digna para todos necesitamos el consenso, la confianza, la corresponsabilidad y la unión.
Es hermoso recordar lo que el Papa Pablo VI nos decía hace casi 50 años, cuando explicaba que el diálogo es un arte de comunicación espiritual que supone: claridad: debe ser inteligible; mansedumbre: no ser hiriente, ni ofensivo; confianza: valorizar la palabra del otro; y prudencia: saber adaptarse al otro. (Eclesiam Suam 6/VIII/1964).
La falta de diálogo dificulta o impide el compromiso de trabajar juntos por el bien común y, a la vez, produce rupturas que defraudan la esperanza del futuro que aguarda la sociedad.

A modo de ejemplo, examinémonos sobre temas que a veces enfrentan a la sociedad y retardan más de lo debido las respuestas que reclama el bien común, como ser:
- La situación del medio ambiente. ¿Lo explotamos impunemente o lo cuidamos como la Casa de todos?
- Los problemas del acceso a la tierra y vivienda. ¿Negocio inmobiliario o derecho social?
- Las controversias sobre el desarrollo de la megaminería y su excesivo uso de agua. ¿Producir a cualquier precio, aceptando el principio inmoral de que ‘el fin justifica los medios’?
- La situación de los sectores más carenciados: salud, educación, trabajo, seguridad, justicia. ¿Derecho de todos o privilegio de unos pocos?
Como Iglesia es urgente que impulsemos “la solidaridad como actitud permanente de encuentro, hermandad y servicio, que ha de manifestarse en opciones y gestos visibles, principalmente en la defensa de la vida y de los derechos de los más vulnerables y excluidos” (D.A. 394, a). Apostemos a ser esa Iglesia “Abogada de la justicia y defensora de los pobres” que Juan Pablo II propuso al inicio del tercer milenio (T.M.A., 54).

3.- La alegría de la Resurrección nos impulsa a ser constructores de diálogo y fraternidad:
Esta nueva celebración de la Pascua de Resurrección, nos invita a seguir los pasos misioneros de María Magdalena dando testimonio de nuestra Fe en Jesús. Del encuentro con Él surge la necesidad de compartir esta experiencia, de contar su vida a quienes todavía no lo conocen, y de hacer algo para que otros también se encuentren con Él, como hiciera el apóstol Andrés con su hermano Pedro. La experiencia del encuentro con Jesús, infunde en esta mujer el coraje evangélico para anunciar con decisión la novedad contundente de la Resurrección.
Con la presencia de Jesús Resucitado, a través del testimonio de sus discípulos misioneros, la voluntad del Dios se cumple en la historia y esta se abre en forma definitiva a la esperanza, la justicia, la vida plena. Esta es nuestra alegría y el servicio que queremos compartir con todos ustedes, anunciando con palabras y promoviendo con obras la presencia del Reino de Dios entre nosotros.
Los cristianos, testigos de la Resurrección, queremos ser constructores de diálogo, como encuentro fecundo que promueva el bien común en:
* La comunidad eclesial en sus diversas expresiones.
* Las familias y los hogares, las comunidades barriales y rurales que trabajan en la base social.
* Las instituciones que dan vida a la sociedad, los partidos políticos y las organizaciones sociales.
* La realidad nacional y toda la familia humana.
Llevemos a todos la esperanza y convicción de que es posible y necesario trabajar juntos, con un espíritu fraterno, en un diálogo respetuoso y fecundo, que haga posible el crecimiento y desarrollo de una vida digna en Jesucristo. María, Nuestra Madre no se olvida de sus hijos. Allí está para mostrarnos a Jesús, Luz del Mundo y decirnos “hagan lo que Él les diga” (Juan 2,5).

Los saludamos fraternalmente y los bendecimos deseando que tengan con sus familias una muy ¡feliz Pascua! Rezamos por cada uno de ustedes para que se abran al perdón, el gozo y la paz que brotan a raudales del corazón de Jesús Resucitado.

 
Mensaje Pascual 2012de los Obispos de la Región Patagonia-Comahue
Cristo Resucitado nos posibilita ser comunicadores de Vida Plena
 

Muy queridos hermanos y hermanas:

Queremos saludar y bendecir a todos los que habitan en esta bendita tierra de  la Patagonia. Ylo hacemos en esta Pascua 2012 en la que les reiteramos el anuncio de Vida: “Jesús es el Hijo de Dios, la Palabra hecha carne, verdadero Dios y verdadero hombre, prueba del Amor de Dios a los hombres. Su vida es una entrega radical de sí mismo a favor de todas las personas, consumada definitivamente en su muerte y en su Resurrección” (D.A. 102). Deseamos para todos la felicidad auténtica en Jesús Resucitado.

 

La alegría de la Pascuanos lleva a la comunicación y diálogo contagiando la Feen el respeto de cada Cultura y a irradiar la dicha de ser testigos, “les he transmitido la enseñanza que yo mismo recibí” (1 Cor. 15,3).

 

1.- Los relatos bíblicos de la Resurrección del Señor, en especial en los capítulos 20 y 21 del evangelio de San Juan, tienen su fundamento en los encuentros  que Jesús tuvo a lo largo de su vida con diversos personajes: Nicodemo,la Samaritana, el ciego de nacimiento, la mujer pecadora, y que ahora, Resucitado, tiene con María Magdalena a la entrada del sepulcro, con Pedro en la costa del lago.

Los diálogos de Jesús con sus interlocutores se producen en una atmósfera de encuentro,  respeto y búsqueda de la verdad, que desembocan en la experiencia de Fe.

La iniciativa es del Señor que se preocupa por la vida del otro. Preguntas como “¿Mujer, por qué lloras?” (Juan 20,15) que Jesús Resucitado dirige a María Magdalena, nos indican la mirada comprensiva y constante de Dios en toda la historia de la Salvación, ¡nuestra historia!

Este acercamiento a la vida del otro, es el inicio de un diálogo que producirá encuentro, alegría, apertura y sentido esperanzador de la vida.

Cuando Dios dialoga con nosotros (y lo hace en forma constante) renueva y hace crecer la esperanza, porque Él es la “fuente de Vida”.

Lo dice con claridad el Papa Benedicto XVI en la Cartaen la que nos convoca al año de la Fe: “La Fe crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo” (Nº7). Efectivamente, un verdadero diálogo siempre nos abre al otro, por eso también nos abre ala Fe.

 

2.- Desde el diálogo de la resurrección podemos comprender la necesidad de diálogo en nuestra sociedad.

En los distintos niveles de la sociedad argentina y de  nuestras provincias patagónicas observamos una preocupante actitud de falta de diálogo. Se advierte en lo familiar, en lo eclesial, en lo laboral, en lo educativo, en lo deportivo, en lo político. Esto nos lleva a lamentables desencuentros, enfrentamientos y divisiones. Por eso debemos preguntarnos sinceramente si hemos comprendido la importancia del diálogo y si queremos dialogar.

Para dialogar hace falta reconocer al otro, su dignidad, su valor y su aporte original. Nadie es dueño absoluto de la verdad y para construir una vida más digna para todos necesitamos el consenso, la confianza, la corresponsabilidad y la unión.

Es hermoso recordar lo que el Papa Pablo VI nos decía hace casi 50 años, cuando explicaba que  el diálogo es un arte de comunicación espiritual que supone: claridad: debe ser inteligible; mansedumbre: no ser hiriente, ni ofensivo; confianza: valorizar la palabra del otro; y prudencia: saber adaptarse al otro. (Eclesiam Suam 6/VIII/1964).

La falta de diálogo dificulta o impide el compromiso de trabajar juntos por el bien común y, a la vez, produce rupturas que defraudan la esperanza del futuro que aguarda la sociedad.

 

A modo de ejemplo, examinémonos sobre temas que a veces enfrentan a la sociedad y retardan más de lo debido las respuestas que reclama el bien común, como ser:

- La situación del medio ambiente. ¿Lo explotamos impunemente o lo cuidamos comola Casade todos?

- Los problemas del acceso a la tierra y vivienda. ¿Negocio inmobiliario o derecho social?

- Las controversias sobre el desarrollo de la megaminería y su excesivo uso de agua. ¿Producir a cualquier precio, aceptando el principio inmoral de que ‘el fin justifica los medios’?

- La situación de los sectores más carenciados: salud, educación, trabajo, seguridad, justicia. ¿Derecho de todos o privilegio de unos pocos?

Como Iglesia es urgente que  impulsemos “la solidaridad como actitud permanente de encuentro, hermandad y servicio, que ha de manifestarse en opciones y gestos visibles, principalmente en la defensa de la vida y de los derechos de los más vulnerables y excluidos” (D.A. 394, a). Apostemos a ser esa Iglesia “Abogada de la justicia y defensora de los pobres” que Juan Pablo II propuso al inicio del tercer milenio (T.M.A., 54).

 

3.- La alegría de la Resurrección nos impulsa a ser constructores de diálogo y fraternidad:

Esta nueva celebración dela Pascuade Resurrección, nos invita a seguir los pasos misioneros de María Magdalena dando testimonio de nuestra Fe en Jesús. Del encuentro con Él surge la necesidad de compartir esta experiencia, de contar su vida a quienes todavía no lo conocen, y de hacer algo para que otros también se encuentren con Él,  como hiciera el apóstol Andrés con su hermano Pedro. La experiencia del encuentro con Jesús, infunde en esta mujer el coraje evangélico para anunciar con decisión la novedad contundente dela Resurrección.

Con la presencia de Jesús Resucitado, a través del testimonio de sus discípulos misioneros, la voluntad del Dios se cumple en la historia y esta se abre en forma definitiva a la esperanza, la justicia, la vida plena. Esta es nuestra alegría y el servicio que queremos compartir con todos ustedes, anunciando con palabras y promoviendo con obras la presencia del Reino de Dios entre nosotros.

Los cristianos, testigos dela Resurrección, queremos ser constructores de diálogo, como encuentro fecundo que promueva el bien común en:

*  La comunidad eclesial en sus diversas expresiones.

* Las familias y los hogares, las comunidades barriales y rurales que trabajan en la base social.

* Las instituciones que dan vida a la sociedad, los partidos políticos y las organizaciones sociales.

*  La realidad nacional y toda la familia humana.

Llevemos a todos la esperanza y convicción de que es posible y necesario trabajar juntos, con un espíritu fraterno, en un diálogo respetuoso y fecundo, que haga posible el crecimiento y desarrollo de una vida digna en Jesucristo. María, Nuestra Madre no se olvida de sus hijos. Allí está para mostrarnos a Jesús, Luz del Mundo y decirnos “hagan lo que Él les diga” (Juan 2,5).

 

Los saludamos fraternalmente y los bendecimos deseando que tengan con sus familias una muy ¡feliz Pascua! Rezamos por cada uno de ustedes para que se abran al perdón, el gozo y la paz que brotan a raudales del corazón de Jesús Resucitado.
Marzo-Abril del 2012
 
Virginio D. Bressanelli, scj (Obispo de Neuquén) Marcelo A. Cuenca (Obispo de Alto Valle del Río Negro), Miguel Ángel D’Annibale (Obispo Auxiliar de Río Gallegos), Joaquín Gimeno Lahoz (Obispo de Comodoro Rivadavia) Esteban M. Laxague, sdb (Obispo de Viedma) Fernando C. Maletti (Obispo de San Carlos de Bariloche) Juan Carlos Romanín (Obispo de Río Gallegos) José Slaby, C.Ss.R. (Obispo de la Prelatura de Esquel) Miguel E. Hesayne (Obispo emérito de Viedma) Marcelo A. Melani, sdb (Obispo emérito de Neuquén) Néstor H. Navarro y José Pedro Pozzi, sdb (Obispos eméritos de Alto Valle del R. N.)

 

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