viernes 19 de abril de 2024

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Cuando las Abuelas fueron científicas

En medio de la vorágine informativa de estos tiempos, esta semana recibimos una noticia a la que es difícil permanecer indiferente: la recuperación del nieto 121.

Cuando las Abuelas fueron científicas
sábado 08 de octubre de 2016

Hoy, una pequeña gota de sangre o saliva, o unos pocos cabellos bastan para determinar con una certeza del 99,99% si una persona es o no familiar de otra. Pero esto no siempre fue tan sencillo.La historia empieza en 1977, cuando las Abuelas se empiezan a reunir y darse cuenta también de que además de buscar a sus hijos debían buscar a los nietos desaparecidos. Pero ¿cómo buscar a una persona sin rastros? ¿Por dónde empezar? Y si es encontrada ¿cómo probar que es esa persona?

Empieza así un peregrinar ante diferentes científicos en distintos países del mundo. Hasta que en 1982 a través del científico argentino Víctor B. Penchaszadeh, genetista que se desempeñaba como profesor de la Universidad de Columbia en Nueva York, se contactan con Fred Allen -director de Blood Center de Nueva York- y Marie Claire King -especialista en epidemiología genética de la Universidad de Berkeley, quienes se vuelcan a trabajar en este desafío: ¿existe algo biológico que se trasmite de padres a hijos, un elemento constitutivo de la sangre que sólo aparezca en personas que pertenecen a una misma familia?

Y la respuesta es si: hay unas proteínas que están en las células de nuestra sangre y que se heredan. Además tienen gran variabilidad -es decir que hay muchas distintas- o sea que la probabilidad de que dos personas que no esté emparentadas tengan el mismo grupo de proteínas es remotísimo. Así, elaboraron una fórmula estadístico-matemática que mide esa probabilidad bajísima. A esa fórmula se le llamó el ÍNDICE DE ABUELIDAD. Este descubrimiento se presentó en un simposio científico en 1983 y constituyó un gran avance de la ciencia a nivel mundial.  Al año siguiente, con la utilización de este índice se logra la identificación de Paula Logares, quien se constituye en la primera nieta recuperada gracias al trabajo científico de Abuelas.

A pesar del éxito obtenido, era necesario seguir perfeccionando los métodos para volverlos más fiables aún y más sencillos. Paralelamente a la aplicación del Índice de Abuelidad, los científicos estaban trabajando en un campo reciente pero muy prometedor: el estudio del ADN humano.

¿Qué es el ADN? La identidad biológica de una persona está en su ADN. Se trata de una una sustancia química – una molécula - dividida en fragmentos que conforman los pares de cromosomas distintos, y a su vez estos se componen de entre 22500 y 25000 genes distintos, la combinación de estos genes da las características físicas que nos caracterizan: el color de ojos y de pelo, la estatura, la forma de la nariz, etc.. Esta gran cantidad de genes le da una gran variabilidad y por lo tanto la probabilidad de que dos personas que no están emparentadas compartan parte de la secuencia es casi nula -excepto en gemelos idénticos.
Es decir que estudiando el ADN no es necesario tener una gran cantidad de muestras por parte de los familiares, lo cual simplifica el proceso. Desde el año 2000 y luego de 10 años de trabajo, se tiene la secuencia completa del ADN humano, lo que llamamos el Genoma Humano.

Hoy, 30 años después de la primera restitución, y con las herramientas científicas y legales necesarias, las abuelas tienen nuevos desafíos: ¿cómo lograr que más jóvenes que duden de su identidad se acerquen a hacerse los exámenes? 121 nietos han sido restituidos, pero hay alrededor de 400 jóvenes que aún viven con una identidad que no es la suya. Reparar eso es deber del Estado, recordar es deber de todos.
Si naciste entre 1975 y 1979 y tenés dudas sobre tu identidad, si creés que podés ser hijo de desaparecidos, acercate a Abuelas de Plaza de Mayo. Entre todos, te estamos buscando.

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