GURMETEANDO
Al ajillo todo es rico
Los riñoncitos a la Provenzal, los hígados de pollo con ajo perejil y vino blanco, los champiñones, los portobelos y todo tipo de hongo salteados con manteca y ajo ya son un plato distinto.
Es conocido como está dividida la tribuna a favor y en contra del ajo, pero lo que nadie duda es su capacidad para transformar una comida insípida en algo sabroso e inclusive en algo sublime; basta con conocer su manejo y adecuada proporcionalidad en las comidas y sino prueben ustedes un pescado hecho a las brasas y aderezado con ajo frito. Las salsa que aman los vascos es aceite, ajo y pimentón, una cucharada de vinagre de jerez y a todo le va bien. Una pasta blanca con aceite y ajo ya es una cosa diferente, frotar una plancha con ajo donde después se va a cocinar un churrasco ya es un toque distinto para la carne.
Los riñoncitos a la Provenzal, los hígados de pollo con ajo perejil y vino blanco, los champiñones, los portobelos y todo tipo de hongo salteados con manteca y ajo ya son un plato distinto. Podríamos seguir con cientos de ejemplos más de cómo el ajo se luce en primer lugar y de cómo es indispensable en determinadas recetas donde no necesariamente figura en primer término. Desde tiempos inmemoriales se lo ha considerado como un antibiótico natural y su contribución a la salud es archiconocida.
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