sábado 20 de abril de 2024

GURMETEANDO

La cultura vegetariana ¿de dónde viene?

Leonardo da Vinci consideraba que los seres humanos somos una suerte de cementerios. Opinaba que, cada vez que una persona consumía un trozo de carne se convertía en un «almacén de muerte», en una bestia peor que las bestias más temibles.

La cultura vegetariana ¿de dónde viene?
lunes 26 de septiembre de 2022

Por estas creencias, el polímata ya abrazaba el vegetarianismo en siglo XV y soñaba con que el resto del mundo también lo hiciera: «Llegará un tiempo en que los seres humanos se contentarán con una alimentación vegetal y se considerará la matanza como un crimen. Llegará un día en el que los hombres, como yo, verán el asesinato de un animal como ahora ven el de un hombre».

Quizá Da Vinci se hubiese sentido un poco más en paz con el mundo si hubiera tenido la oportunidad de viajar al presente, donde el vegetarianismo está pasando de ser una moda con fecha de caducidad a una realidad consolidada y al alza. The Economist ya bautizó 2019 como el ‘año del vegano’, momento en el que la cultura y la mentalidad vegana encontraron acogida en lo mainstream. Los datos lo avalan: a pesar de que la producción de carne hoy es cinco veces más alta que a principios de los sesenta (330 millones de toneladas), como indica el informe The Green Revolution 2019, las dietas vegetarianas han crecido un 27% en los últimos dos años, con más de 800.000 nuevos consumidores.

El bienestar animal, la salud o la sostenibilidad del planeta son los principales motivos que llevan a los vegetarianos y veganos a cambiar sus dietas, según el informe. Sin embargo, en sus orígenes, esta corriente alimentaria ha mantenido una íntima conexión con la religión, una visión más abstracta que consideraba al vegetariano como un humano más cercano a un dios, capaz de superar sus mayores tentaciones de dominancia por el bienestar del resto de los seres vivos.

Se considera que Parsuá, un reformador indio del siglo VII a.C, fue el primer practicante del vegetarianismo y fundador de su forma más estricta: la religión jaina. Según sus prefectos, que respondían a motivos religiosos, los jainas no comían después de la puesta de sol, evitaban cualquier comida que pudiese contener partículas de animales muertos o huevos, bebían agua filtrada y hacían considerables esfuerzos por no «herir» a las plantas en su vida diaria. Es decir, evitaban las verduras de raíz y tubérculos, ya que estas podían ser el hogar de pequeños insectos.

 

 

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